martes, 29 de diciembre de 2009

Don't Worry, Be Happy, Bobby McFerrin, 1988


Hoy ha llegado uno de esos fatídicamente inexorables días navideños (sí, mucho más que los de los atracones varios) que ponen a prueba no ya sólo tu integridad física, sinó también la psíquica. Por supuesto, sufridos míos, estoy hablando de las compras para Reyes.

La verdad es que por la mañana la cosa empieza bien, cada año con una ilusión casi infantil por comprar regalos y juguetes, sabiendo además que alguno de todos ellos caerá para ti. Sin embargo, poco a poco se impone la propia dinámica cansina del día, cambiando de tiendas y hasta de centros comerciales, largas colas, horas de pie, malas miradas y algún encontronazo con otros exhaustos y puteados compradores como tú... en fin, ingredientes que hacen que el Dr. Jekyll de la mañana se convierta en un monstruoso Mr. Hyde hacia las siete u ocho de la tarde.

Sirva un ejemplo ilustrativo de esta transformación: hacia las once de la mañana el niño Kevin te golpea en la pierna con la espada de la Guerra de las Galaxias. Lo miras, le ríes la gracia, y aún le sueltas "que la Fuerza esté contigo, joven Skywalker". La cosa cambia hacia las dos del mediodía. Entonces, el niño Jonathan (léase Yonatán) te da sin querer con un triciclo en el pie. Lo fulminas con la mirada, provocándole un estado de ansiedad que cabrea a sus padres.

Pero lo peor viene a las siete. Entonces, el niño Brian (pronúnciese Brallan) está detrás tuyo cuando te giras cansado y en plena metamorfosis "La Masa Style" y lo arrollas tú a él. Pobre Brallan, la que le espera: utilizas todo tu arsenal en su contra, apelando al Rey Herodes por su incompetencia al dejar escapar niños de su cafrada infanticida, que ya no te lo parece tanto. Te has cargado sus Reyes, pero te da igual, te lo pide el cuerpo y la tensión, que te va a 15/10.

En este lamentable estado he llegado hace un rato a casa. Y como entiendo que muy sano no debe de ser, me he tomado una buena sopa caliente, una tila doble, he encendido tres barras de incienso y me ha faltado el canto de un duro para buscar hasta el Trankimazín. Y como me di cuenta de que iba repitiendo como un mantra "Don't Worry, Be Happy", pues qué mejor culminación de la sesión relajante que la Píldora de hoy. Antes de colgarla, la he escuchado diecisiete veces... bueno, he exagerado. Sólo han sido catorce. Pero ya sabéis, vengo de andaluces...


Bobby McFerrin – Don't Worry Be Happy
(por Spotify)




Letra de la Píldora.

Hasta la próxima.

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