sábado, 5 de diciembre de 2009

Israelites, Desmond Dekker, 1968


Que el reggae es una música que da buen rollo, parece algo fuera de todo lugar, incluso (afirmo) a palo seco, sin necesidad de llevar encima algo más que una cerveza y un Nobel. Y tan buen rollo aporta que, después de la experiencia de esta mañana, es el mejor y más adecuado tipo de música que podía poner hoy.

Los que me conocéis algo más, sabéis que me gusta pasar cuando puedo por spas, lo que toda la vida se han llamado balnearios pero que ahora llevan tope de diseño y actividades de lo más variado. Sueles salir de ellos nuevo, con la sensación (ojo, sólo la sensación) de pesar menos, y más a gusto que todas las cosas, como se suele decir en mi pueblo. Y eso sólo a golpe de agua con burbujas, vamos, lo mínimo. Así que podreís imaginaros cómo salí hoy tras el regalo que me hizo Montse por mi santo.

Porque era uno de esos tratamientos que meten en un pack todo tipo de cosas agradables para el cuerpo. Éste, en particular, se llamaba "Burdeos", ya que el centro de todo el proceso era cubrirte con un emplaste hipervitaminado (y hasta hipohuracanado, añadiría) basado en vino. La cosa iba así: primero te meten en una sala y te exfolian la piel, lo que en la práctica corresponde a un masaje de varios minutos. A continuación, te llevan a la zona spa, para alternar frío (lo peor de todo) y calor. Por cierto, que uno de los procesos de frío es un cubo de agua helada sobre la cabeza. Durante esos segundos, os aseguro que la vida pasa muy despacio.

Tras el rato de spa, que también incluye saunas varias y baños de chorros (la parte que mejor conozco de todas estas cosas) te vuelven a llevar a la sala inicial. Allí te hacen un nuevo masaje, éste ya con el único objeto de relajar. Una vez terminado, te extienden por el cuerpo una especie de pasta, que es el emplaste a base de vino que os decía antes. Curioso: hasta hoy, el vino siempre me lo había puesto dentro del cuerpo, y no fuera. Una vez extendido, te dejan quince o veinte minutos tumbado envuelto en un plástico, lo que te da una sensación de Ferrero Mon Chéri bastante extraña. Para acabar todo el proceso, te pegas una ducha (ésta, tú solo, sin la masajista) y te dan un último toque mientras te ponen una crema para la piel.

Así que entenderéis que, durante el resto del día, he ido más relajado que Bob Marley el día de cobro. Vamos, que tenía el cuerpo de lo más reggae. Y para demostrarlo, os he seleccionado el que en su día fue el primer tema de este estilo que alcanzó fama mundial, con un número 1 en Gran Bretaña y un 2 en Estados Unidos. El susodicho Marley aún no era conocido cuando Desmond Dekker se convertía en ídolo de aficionados al ska y a otras cosas más verdes y vegetales en 1968 con ésta estupenda The Israelites.

Por cierto, que ya tenéis una idea para regalaros estos días de fiesta...

Desmond Dekker – Israelites (por Spotify)



Letra de la Píldora.

Hasta la próxima.

3 comentarios:

  1. Me alegra que lo hayas disfrutado!!
    Mon chéri mio.

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  2. Felicidades! (aunque me haya enterado de retruc)
    Pero ya te vale!! Ahora a todos los pildoreros cuando nos tiendan una bandeja de Mon Cherie nos temblarán las piernas... Jajaja Vaya imagen dalininana!!

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  3. Gracias a las dos, a una por el regalo y a la otra por el recordatorio santorálico!!! Esto de responderos simultáneamente acabará haciendo que os apode "M&M" en las contestaciones, vaya por adelantado.

    Joer, lo del Mon Chéri era para hacer algo de gracia, si sé que os va a traumatizar en las recepciones del embajador, me hubiera quedado calladito...

    Daliniana, sí, incluso propia de Ernst. Pero qué a gusto se estaba...

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