miércoles, 30 de abril de 2014

Let's Spend The Night Together, The Rolling Stones, 1967


Los Rolling Stones han pasado a la historia del rock como la antítesis "maléfica" de los Beatles. Lo cual es simplificar mucho. La realidad era mucho más prosaica: ni las canciones ni las actitudes de éstos últimos eran tan inocentes, ni los Stones eran unos depravados a la guitarra cuyas únicas intenciones eran hacer caer a la juventud hacia el lado oscuro de la Fuerza.

Sin embargo, es cierto que parte de la gracia de los muchachos de ese hombre de negocios llamado Mick Jagger ha sido ponerle algo más de especias a sus discos, especialmente cuando aún las radios y las televisiones preferían la música un poco más sosa. Hoy nos puede parecer todo aquello casi inocente, pero temas como el que tenéis delante se las tuvieron que ver con la censura. 

Y eso que Let's Spend The Night Together estaba ya dentro de un período donde los Rolling Stones habían abandonado -momentáneamente- la parte más áspera de su sonido para internarse en la psicodelia. Aquí, la potencia ya no estaba en las guitarras machaconas a lo Satisfaction, si no en una base rítmica que pasaba por los oídos como una apisonadora, reforzada con un piano y un órgano a punto de echar humo.    

Por supuesto, esto no era lo peor en los cada vez menos inocentes oídos, musicalmente hablando, de 1967. Lo que escandalizaba era que se trataba de una letra en la que se describía (entre nosotros, tampoco tan explícitamente) un encuentro sexual de esos de aquí te pillo y aquí te mato. Y todo el mundo sabe que entonces los niños aún venían de París y los traía una cigüeña con gorra de cartero, así que esas cochinadas sólo podían ser cosa de gente de mal vivir como los rockeros y los drogadictos. O los que eran ambas cosas a la vez. 

Así pues, no era de extrañar que en Estados Unidos -donde la cigüeña aún debe de seguir repartiendo a los niños por lo que se ve en la mayoría de sus pelis incluso de hoy en día- se prefiriese promocionar a la otra canción que acompañaba al single de Let's Spend The Night Together: la no menos brillante -pero sí más apta para todos los oídos- Ruby Tuesday

Una muestra de como la Norteamérica oficial veía esta canción, se dio cuando el presentador Ed Sullivan llamó al grupo por enésima vez a su célebre programa (y eso que se había prometido no hacerlo tras su primera intervención) pero se negó a que la tocaran. Al final, se llegó a un compromiso cambiando la letra en directo por la mucho más casta y meapilas "Let's Spend Some Time Together" ("Vamos a pasar algún tiempo juntos"), pero a cambio, el grupo se vengó saliendo al escenario vestidos de soldados nazis con esvásticas y todo, ahí, a lo bestia. El pollo fue considerable, y aunque al final cedieron quitándose los uniformes, un cabreadísimo Sullivan volvió a prometerse que no pisarían nunca más su programa. 

Naturalmente, otra vez más, no cumpliría su promesa y allí estarían de nuevo en 1969. Porque, al final, los niños los traerán las cigüeñas, pero business is business


Versión original


Versión meapilas en el Ed Sullivan Show


Letra de la Píldora. (¿A que no hay para tanto?)

Hasta la próxima. 

jueves, 24 de abril de 2014

The Happening, Pixies, 1990


Que Bossanova es para quien escribe el mejor álbum de los Pixies, profetas del grunge en general y guías espirituales de Kurt Cobain en particular, creo que ya lo he dicho por alguna parte. Y que lo mejor de aquel disco no son sus dos singles -Velouria y Dig For Fire- aún siendo buenas canciones, puede que también. 

De hecho, la Píldora de hoy es la segunda canción que aporto al blog procedente de Bossanova, junto a su memorable intro, Cecilia Ann. Al igual que esta última, tampoco acabó siendo sencillo... o casi, porque en realidad una parte de ella sí que terminó como cara B de, precisamente, Velouria

Y es que The Happening es una canción que, aún estando dentro de los cánones más ortodoxos del sonido de la banda de Boston, es algo extraña. Mientras que su primera mitad alterna lo más bestiajo de Black Francis con coros casi ensoñadores, la segunda mitad acaba con éstos últimos como protagonistas exclusivos.  Tal era el contraste, que esta segunda mitad -siguiendo la mejor tradición del See Me, Feel Me de los Who- acabó teniendo vida y hasta título propio (The Thing) y consiguió colarse en el reverso de Velouria

Por cierto, si os gusta el rollo de los ovnis, esta es vuestra canción. El álbum Bossanova recurrió de manera notable a esta temática, pero en ningún momento tanto como en The Happening. Y para un servidor, que sin llegar al frikismo declarado -vamos, creo yo- se chupó todo Expediente X y aún hoy no se está de ver al bueno de Íker Jiménez cada vez que tiene ocasión, pues hombre, el tema de hoy tiene su gracia. 

Y, además, sueña de coña. 





Hasta la próxima.

martes, 15 de abril de 2014

La Caza, Juan y Júnior, 1967


A ver: no es que haya sido ni lejanamente el santo de mi devoción musical, pero es indiscutible que este tipo ha formado parte de la historia del pop español de manera absolutamente central. Así que, qué menos que dedicar unas breves líneas a la noticia luctuosa del día: el fallecimiento de Antonio Morales, ese Júnior que, para su desgracia final, ha aparecido hoy descrito en más de un lugar como "el viudo de Rocío Dúrcal". Hay que joderse, hacer lo que se hace para acabar como "consorte de", así, como un Duque de Edimburgo cualquiera. 

Y es que alguien que nace en las Filipinas ocupadas por los japoneses (aquellas en las que el célebre matón de MacArthur prometió y cumplió que volvería) ya tiene como poco algo que contar. En su caso, lo que acabaría contando fue el participar en el epicentro de la naciente escena rock española de los años sesenta. 

Y qué epicentro: estuvo en Los Pekenikes, seguramente la mejor banda instrumental que hayan tenido las listas de éxitos de este país. De ahí saltó, sustituido por el que en muy breve sería su alter ego, Juan Pardo, a Los Brincos, algo así como los Beatles autóctonos del momento. Allí ya coincidiría con Pardo... y con él se marcharía en 1967 para fundar un dúo que, en apenas dos años y seis singles, llegaría a ser tan recordado como los propios Brincos. 

La Caza fue, precisamente, su debut como pareja musical. Con un pop amable e intrascendente, pero casi perfecto, muy bien trabajado, se alzaría hasta el número uno en mayo de aquel mismo año, compitiendo -y venciendo- a sus antiguos compañeros, que, a pesar de todo, se mantendrían también entre los primeros puestos de las listas. 

Sin más, aquí os quedáis con este modesto, pero merecido homenaje al bueno de Júnior, el que tal vez estuvo mucho tiempo a la sombra de Rocío Dúrcal, de Juan Pardo, incluso, pero que, desde luego... estuvo. 




Hasta la próxima.