jueves, 31 de diciembre de 2015

Hay que venir al sur, Raffaella Carrà, 1978




Termina 2015, un año algo demasiado corto en Píldoras (ah, la terrible limitación de 24 horas del día) pero nunca abandonadas: aquí estamos para despedir el año e iniciar uno nuevo. En el que quiero -otra vez- incrementar el número de publicaciones en la medida de lo posible, e igualar la diversión a la hora de escribirlas. Querer es poder, dicen. El que lo dijo vivía en una jornada de 27 horas al menos. 

Como sea, ahí queda por escrito. Dentro de doce meses veremos si esta vez ha habido más palabra por parte de quien escribe. De momento, no me quiero ir de este año sin pasar por caja, y lo hago con una de esas canciones de fiesta de fin de año, por supuesto. Lo malo es que quién pasó sus primeros fines de año frente a una tele en los setenta y a principios de los ochenta, tiene un criterio bastante panderetero, básico y, para qué negarlo, typical Spanish. 

Así que la cosa volvía a andar entre Boney M, Raffaella Carrà o ABBA. También estaba Bertín Osborne o El Puma, pero incluso uno tiene sus límites. Al final, ha ganado Raffaella. ¿Por qué? Ni idea. Pero oye, eso de venir al sur a hacer depénde de qué cosas siempre tiene su gracia. Especialmente si eres del sur (del norte del sur, sí, pero tampoco vamos a andar ahora con geografías complicadas). Además, en Nochevieja esta publi siempre sube la moral trescientos puntos en plena efervescencia cubatera. Aunque se esté fuera de mercado y sólo se salga por ahí a mover... pues eso, el cubata.  

No os descubriré musicalmente nada de una canción que habéis escuchado seguro cientos de veces, y que es para lo que es. Así que me dedicaré tan sólo a desearos un gran año 2016, y a deciros que tranquilos, que hayan más o hayan menos píldoras, siempre habrá alguna para pasar el rato a golpe de música.

Y por supuesto, si además, sois del sur como yo (o del norte del sur. etc.), pues que se nos note, que somos los mejores.  

¡FELIZ AÑO 2016, PILDORER@S!




Hasta la próxima. 


martes, 3 de noviembre de 2015

Love Train, The O'Jays, 1972



Los aficionados a la (buena) ciencia ficción llevamos varios años de enhorabuena en las salas de cine. Si en 2013 Gravity nos dejaba sobrecogidos cada cinco minutos bajo el marco de unas imágenes de la Tierra simplemente espectaculares, un año más tarde viajábamos al confín de la galaxia y de la física cuántica en Interstellar bajo una épica insuperable. Pues bien, para que no hubiera dos sin tres, este año me he quedado simplemente extasiado en la misión de rescate mejor rodada nunca: The Martian

Y que conste que iba con notables reservas. Hace un año, más o menos, leí la novela homónima de Andy Weir, una verdadera joya del género plagada de ciencia y mucho sentido del humor, de la mano del astronauta Mark Watney, un nuevo Robinson Crusoe que deja a MacGyver a la altura del chispas de tu barrio. Amén de tener unos "poderes botánicos" que ya los quisiera para sí el jardinero -aquél de la coleta- de Bricomanía. 

Pues bien, el visionado fue de primera. Ridley Scott ha ejercido de tal, y se ha marcado una película que tardará en olvidarse. Ciertamente, hay bastantes detalles del libro que quedan al margen, pero nada esencial que desfigure a la historia o al personaje de Watney, que a partir de ahora siempre tendrá la cara de Matt Damon cuando vuelva a leer la novela. Lo cual será en breve, para aprovechar el nuevo influjo de la peli. 

Pero esto no es un blog de cine, si no de música. Decía que es una película plagada de ciencia y de humor... pero, sobre todo, de música de los setenta. En la novela, un resignado Watney acaba cogiéndole el gusto al contenido musical del pendrive de su capitana, una fan impenitente de la música disco. Lo cual es aprovechado por Scott para otorgar al film una banda sonora con momentos simplemente insuperables. 

Y es que, además de una buena película, nos encontraremos con secuencias memorables bajo -prestad atención- temazos como Starman, de David Bowie (posiblemente, uno de los mejores momentos de la peli), Waterloo, de Abba (¡sí, en mitad de Marte!) I Will Survive, de Gloria Gaynor o este Love Train de los O'Jays, que da un auténtico subidón cuando aparece en escena. Así que imaginad el cuerpo que se me quedó al salir de la sala: una grandísima película, resultante de un grandísimo libro y salpicada aquí y allá de grandísima música. ¡Si será grande que hasta al final le acaba gustando al bueno de Watney!

Eso sí, no esperéis que suene Life On Mars. Tal vez hubiera sido redundante ponerla. Porque, evidentemente, hay vida en Marte. En forma de astronauta manitas y guasón. 




Hasta la próxima. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Queenie Eye, Paul McCartney, 2013


Sí, sí, "Paul McCartney" y "2013" en el mismo lugar. Y encima, junto a un temazo -que si no, no estaría aquí- de esos que dejan en evidencia a buena parte del star system actual. Porque si una de las mejores composiciones de aquel año la hizo un señor que por entonces calzaba 71 tacos, igual es para hacérselo mirar.

Pero claro, ese tipo no es otro que McCartney. Alguien capaz de hacer rock and rolls trepidantes, baladas sensibles -y a menudo sensiblonas, por qué no decirlo-; de meterse en el mismo estudio con personajes tan distintos como Michael Jackson o Kanye West; de liarse la manta a la cabeza y tocar en el escenario junto a los dos Nirvana supervivientes; de componer sinfonías clásicas. Alguien capaz de componer enormes piezas tan galácticamente alejadas como Hey Jude y Helter Skelter con apenas semanas de diferencia; de tocar la práctica totalidad de instrumentos musicales disponibles en cualquier estudio de grabación y hacerlo como el mejor session man... ese alguien puede hacer lo que quiera y salir airoso.

Y como tal ejerce. Así que hace un par de años volvió al estudio -que nunca ha dejado- y se marcó un tema pop perfecto de esos que ya quisieran firmar unas cuántas bandas indies. Es el que tenéis delante, Queenie Eye. De hecho, en mi opinión, es de las mejores piezas de Paul en los últimos tiempos.

El vídeo es de esos que tanto le gustan al ex Beatle: rodeado de amiguetes, que en su caso, suelen ser nada menos que Johnny Depp, Meryl Streep, Jeremy Irons... y unos cuantos más que os dejo descubrir en el clip. Por cierto, los mitómanos beatlemaniacos (por lo tanto, hermanos míos de fe) descubriréis inmediatamente dónde está grabado. Ahí queda.

Un servidor quiere llegar así a los setenta años. Aunque me autodispensaré una bula en el credo vegetariano, que tampoco hay que pasarse.




Hasta la próxima. 


miércoles, 12 de agosto de 2015

Bodies, Sex Pistols, 1977


La de hoy es una canción que, seguramente rompió -y sigue rompiendo- todos los esquemas sobre aquellos cuatro tipos que pusieron patas arriba el Reino Unido a golpe de "no futuro" y pidiendo la más pura anarquía. Porque sí, serían unos nihilistas (aunque ellos entonces probablemente no supieran lo que era el nihilismo) pero a la hora de la verdad, incluso a un tipo como Johnny Rotten se le removía la conciencia, de alguna manera. 

Bodies cuenta la crudísima historia -en algunos momentos en primera persona- de una chica con problemas mentales que tuvo que abortar. Cabía la posibilidad de que hubiera sido violada por uno de los cuidadores de la institución donde había estado internada. Quiere la leyenda que un día, convertida en fan de la banda, se presentó en la puerta de la casa de Rotten ataviada simplemente con una bolsa de plástico, y llevando en otra... a un feto. 

Si esto fue así, es comprensible la desazón del líder de la banda, en plena carrera al estrellato. Rotten, muy impresionado, acabó escribiendo el tema de hoy, uno de los más agresivos con diferencia de la breve discografía de los Sex Pistols, tanto en sonido como en lenguaje. 

A su manera extraña, resulta ser un tema conmovedor. Y, dicho sea de paso, uno de los más controvertidos, no sólo ya por su lenguaje. Su contenido, que empatizaba enormemente con el drama de aquella chica, acabó siendo el pretexto para que fuera reinvidicado como... sí, un tema antiabortista por parte de los grupos "pro vida" más conservadores. Ver para creer: ¡tipos propios del Tea Party o de los más rancios tories enarbolando un tema de los Sex Pistols, y de los más ruidosos!

La verdad es que el margen de duda estaba ahí, escuchando la canción. Tuvo que ser el propio Rotten quien, tiempo después tuviera que matizar que no era un tema antiabortista, aunque tampoco fuera proabortista. Afirmó que, simplemente, quiso describir un drama personal, del cual era difícil mantenerse al margen. Incluso para el cantante de la mayor banda punk de la historia. 

Fuera como fuera, escribió una canción que difícilmente no pega una sacudida a todos los niveles cuando se escucha. Independientemente de lo que uno piense. Y, tal vez, ahí esté su gran valor. 




Hasta la próxima. 

viernes, 7 de agosto de 2015

Feeling Good, Muse, 2001



Es cierto, no estáis soñando. Apenas han pasado dos días desde la última Píldora, y aquí tenemos otra. Casi como en los viejos tiempos. Bien, no puedo garantizar un ritmo diario como aquél, pero haremos todo lo posible por darle más ritmo a la cosa. Y empezamos de la mano de mis queridos Muse, esos fanáticos de la ciencia-ficción, la épica, el rock duro y el barroquismo más absoluto, de los que alguien definió su música de la siguiente manera: "al escucharla te dan ganas de invadir algún país". Lo que no deja de ser cierto en algún que otro tema. 

Apreciaciones subjetivas aparte -y detractores entre los puristas del heavy metal descartados- estos tipos hacen una música de primera, y con un personalísimo criterio. En varias ocasiones, he dejado escrito que las buenas versiones no son tanto las que copian literalmente la original, como aquellas que el intérprete transforma de arriba abajo hasta hacerla suya por completo. Como adivinaréis, este último es el caso de Muse en el post de hoy. 

Feeling Good se creó como una pieza del musical de 1964 The Roar of the Greasepaint - The Smell of the Crowd, del que desconozco si alguna vez se llegó a estrenar en España. En aquel momento, la canción no pasó con demasiada gloria. Tuvo que esperar a que un año más tarde, en 1965, nada menos que Nina Simone hiciera su inmortal y conocidísima versión. 

- ¡Un momento! ¿Nina Simone y me trae usted a estos frikis del espacio, Sr. Alberca?- Hay dos motivos para tal aparente extravagancia. El primero es simplemente material. No he tenido narices de encontrar un vídeo con la diva marcándose la canción, más allá de los consabidos youtubes con fotos. Si alguien lo encuentra, muy gustosamente le daré las gracias. 

El segundo motivo es mucho más interesante. Y es que la versión que hizo Muse en 2001, que incluyó en un sencillo junto a Hyper Music, está considerada por muchísima gente como la mejor o una de las mejores interpretaciones jamás hechas de una canción. Casi cualquiera se atreve con Yesterday guitarra en mano y voz cansina, pero con esto, y encima con el precedente nada menos que de Nina Simone... amigos, son palabras muy mayores. Pues bien, Muse simplemente lo bordó. Ahí quedan las encuestas realizadas por medios como la revista New Musical Express o la BBC en persona. 

Una anécdota añadida a la versión de hoy es que, si os acordáis, aparecía hace unos años en un anunció de Nescafé. Pero, cosas de las multinacionales, entre tanta gente y tanto papeleo se les "olvidó" pagar royalties a la banda británica. Así que ésta litigó, ganó, y Nestlé... bien, sustituyó su versión por la de Nina Simone. Como epílogo, el grupo donó el dinero de la indemnización a Oxfam. Porque se puede hacer música que suene como si fueras a arrasar dos planetas juntos, pero siempre es más inteligente destinar el dinero a mejorar el que tenemos.  

Y dejo de dar la barrila para que os metáis ya en el turrón, que cualquiera no se siente bien escuchando esto. 




Hasta la próxima. 

miércoles, 5 de agosto de 2015

Brain Damage/Eclipse, Pink Floyd, 1973


Qué dificil es cansarse de algunas canciones. Y, en el caso de Pink Floyd, de algunos discos de arriba a abajo. Es el caso del inconmesurable Dark Side of the Moon, que ya ha aparecido por aquí en alguna otra ocasión.

Uno de los momentos estelares del mismo es su final, formado por dos canciones unidas entre sí, Brain Damage y Eclipse, consideradas por muchos de lo mejor de la banda británica, que ya es decir. Aunque a veces, el ser tan conocidas no es señal de saber su nombre correcto. Como a menudo pasa, cuando dos temas van empalmados en un álbum, es frecuente confundirlos como si fueran uno. Pero es que, en el caso de hoy, además es muy común rebautizarlos como nada menos que... "Dark Side of the Moon". La causa es muy simple: es en esta parte del disco donde se cita en la letra el nombre del mismo.

En descargo de los confundidos, no van tan mal como pudiera parecer. Cuando Roger Waters compuso los primeros esbozos de Brain Damage, su título previsto era precisamente el que acabaría siendo utilizado para el álbum. Y dejó el mucho más inquietante "daño cerebral" para describir una más de las canciones que dedicó a su amigo y ex compañero de grupo, Syd Barrett, aquejado de desequilibrio mental agravado por un enorme abuso del LSD. 

No fue la única vez que Barrett recibiría canciones dedicadas, como ya vimos en la Píldora relativa a Shine On Your Crazy Diamond, otra joya de la banda. Sin embargo, no todo fue tan bucólico. Muchos sostienen que Waters, de carácter fuerte, aprovechó el desequilibrio de Barrett -líder de la banda durante sus primeros años- para acabar dándole la puntilla en 1968 y hacerse con el control de todo con el visto bueno de los demás. Y sí, dedicó bellísimos temas a aquél... pero no lo vio durante los seis años que transcurrieron desde 1969 hasta que un irreconocible Barrett -engordado, rapado al cero y sin cejas- visitó en 1975 al grupo mientras grababa... precisamente Shine On Your Crazy Diamond. Una escena que debió de ser sobrecogedora. Y que no se repetiría nunca más en los largos años que quedaban hasta la desaparición de Barrett en 2006. Probablemente haya un poco de todo: un grupo que estaba despegando veía como su brillante líder se hundía. Y para sobrevivir... bueno, acabaron prescindiendo de él. Aunque no sin alguna sincera aflicción. Dicen que Waters lloraba en la famosa visita de su ex colega en 1975. 

Como fuera, lo único cierto es que aquella relación extraña con una enfermedad mental de fondo acabaría dando lugar a algunos momentos irrepetibles de la historia del rock. Y que os dejo disfrutar tanto como yo mientras preparaba estas líneas.


Os dejo dos clips. El primero incluye la filmación del proceso de grabación del tema. Allí se puede ver como Waters cortaba el bacalao, el virtuosismo de Gilmour a la guitarra... y a un mostachudo Mason que parece recién haberse acabado algún cigarrillo de la risa. O dos. 

El segundo clip simplemente incorpora los dos temas seguidos con la letra en plan karaoke. No tiene más tema que el escucharlos de manera seguida tal y como aparecían en el álbum.  



Letra de la Píldora. 



martes, 28 de julio de 2015

In the Ghetto, Elvis Presley, 1969


Hay canciones que, a pesar de ser simplemente gloriosas -o, precisamente, a causa de ello- acaban teniendo un punto de mala suerte. Es el clarísimo caso de In the Ghetto, uno de los mayores hits del Rey. 

Los lectores españoles casi en seguida habrán caído sobre lo que hablo. Y no, no tiene nada que ver con que el tema de hoy fue el primer éxito de la última etapa de Elvis, la de los casinos y los megalómanos y estrafalarios trajes acampanados. Esto sería importante, tal vez, para el público del resto del planeta, pero no para el de por aquí. 

Efectivamente, hablo del Príncipe Gitano. 

No es mi intención, ni mucho menos, desacreditar al cantaor valenciano, por otra parte muy reputado en el mundillo flamenco. Pero lo que hizo con In the Ghetto, eso no tiene nombre. Hasta el punto de que hoy en día es casi imposible disociar la estupenda versión de Elvis de la del Príncipe Gitano, para desgracia de la primera. 

Por supuesto, no ha sido la única vez que por estos parajes se han hecho versiones no ya discutibles, si no directamente punibles de éxitos foráneos. Ahí quedan Aquarius (aka "Acuerious") de Raphael o -menos mal que era en clave de coña- nada menos que el Space Oddity de David Bowie por parte de... ¡Los Hermanos Calatrava! Por cierto, una versión de la que uno no sabe si lo mejor es reir a carcajada limpia o pedir el ingreso en el psiquiátrico por el trastorno recibido. 

En cualquier caso, nos quedamos aquí con Elvis en estado puro, un Elvis que venía del reciente retorno por todo lo alto con el mítico concierto televisivo '68 Comeback Special y que inauguraba, como decíamos, su gran periodo final de Las Vegas. No deja de ser particular que para su relanzamiento como artista, abriera con un tema de un enorme contenido social. In the Ghetto cuenta la historia de como un chaval en un suburbio de Chicago nacía, crecía y moría en mitad de una inevitable espiral de pobreza y de violencia. Nunca antes, y nunca después, Elvis volvería a hacer algo así. 

Y viendo el vídeo, interpretando el tema entre una elegante asistencia de un casino, da la sensación de que todo era una rara avis. Si será verdad que, en el fondo, era un tema más pensado para un artista de orígenes aún si cabe más modestos que los de Elvis. Gitano, para más señas.  





Hasta la próxima. 

martes, 30 de junio de 2015

Repent Walpurgis, Procol Harum, 1967



La de hoy es una Píldora que hará las delicias de los aficionados al rock sinfónico... y de unas cuantas cosas más. Porque en pocas partes pueden entrar a la vez y en el mismo sitio gente como los Madcon, Bach, la brujería, el cine de terror setentero español y hasta los Illuminati, esos tipos que, según algunos, controlan hasta cuando vamos al lavabo.

Pues bien, pildoreros, éste es el único post donde encontraréis todo ello entremezclado y bajo una de las mejores piezas de Procol Harum, aquellos muchachos que se hicieron famosos en todo el mundo cantando a la blanca palidez de una muchacha. Empecemos. 

Y lo haremos por lo más conocido. Hace unos ocho años, un par de noruegos con un desacostumbrado aspecto más bien poco nórdico, se hicieron de oro con un tema titulado Beggin'. Estos tipos, que obedecían al nombre de Madcon, simplemente se limitaron a versionar un antiguo tema de 1967 que ya fue famoso en su día de la mano de los Four Seasons, al frente de los cuales estaba el inefable Frankie Valli. Sí, el mismo Frankie Valli que grabó la primera versión de la inolvidable Can't Take My Eyes Off You

Pues bien, poco después de que los Four Seasons lanzaran Beggin', Matthew Fisher, teclista de Procol Harum, quiso hacer su aportación personal al que iba a ser primer disco del grupo. Así que cogió los acordes de la canción, los ralentizó bajo el sonido de un hipnótico órgano Hammond... y creó el 80% de la canción que tenéis hoy como Píldora propuesta. Para acabar de redondear el resultado, el 20% restante lo encontró casi en el lado opuesto del espectro musical. Concretamente, en el famosísimo Preludio nº1 en Do mayor de Johann Sebastian Bach. Así que, con un  par, su creación tuvo como resultado la suma extraña de dos hits, uno procedente del pop norteamericano más soft y el otro nada menos que del barroco alemán. 

¿Y qué hay de lo de la brujería y todo lo demás del principio? Bien, el resultado musical quedó tan inquietante a su manera, que a alguien le recordó a la noche de Walpurgis, una celebración de origen pagano propia del norte de Europa y a la que el cristianismo pronto consideró propia de elementos de brujería y aún de algo peor. De hecho, se sabe que la fundación de la famosa (más por la literatura de consumo que por otra cosa) orden de los Illuminati tuvo lugar precisamente en la noche de Walpurgis de 1776. Si es que se lo ponen a huevo a Dan Brown, hombre. 

¡Ah, se me olvidaba! Lo del cine español setentero de terror. ¿Pero de verdad no habéis visto la más célebre película nacional sobre el hombre lobo? ¡Ríanse ustedes de Crepúsculo y toda esa panda de pusilánimes cargados de hormonas adolescentes!  



Letra de la Píldora (instrumental). 

Hasta la próxima. 

martes, 26 de mayo de 2015

It's Only Rock 'n' Roll (But I Like It), The Rolling Stones, 1974


Ya me imagino que los que me conozcáis bien, al ver el título de la canción de hoy y la movida de las últimas semanas habréis imaginado alguna segunda intención... bien, habréis de esperar al final del post para saber si es así o no. 

De momento, vamos a lo que vamos, que no es poco: los Rolling Stones protagonizando uno de los títulos más icónicos de la historia del rock, mil veces utilizado después para casi todo, especialmente en el mundo anglosajón.  

En realidad, podría decirse que el tema de hoy nació como una joint venture entre parte de los Stones -Jagger y Richards, como no- y parte de otra de las grandes bandas de la historia, The Faces, aunque esta vez andaban solos Ronnie Wood y Kenney Jones, sin Rod Stewart y los demás. A cambio, a la juerga se les unió nada menos que David Bowie. Y digo juerga, porque la canción se grabó en los estudios privados que tenía en su casa el mismo Ronnie Wood, una lujosa mansión georgiana en las afueras de Londres. 

La cosa quedó tan bien, que la versión final acabó siendo casi igual a la original, pero grabada ya por la formación de los Stones. La misma que veis en este vídeo, que a pesar del ambiente de fiesta que parece despedir fue un auténtico coñazo. Se vistieron de marineros porque la espuma del final estaba hecha a base de detergente, y no querían arruinar sus lujosas ropas. En un momento cercano a la finalización del clip puede verse la cara de mala leche del por lo demás impasible Charlie Watts, que veía su batería inutilizada en tamaña fiesta de la espuma. 

Por cierto, fue la última vez que se pudo ver como guitarrista del grupo a Mick Taylor, que en breve sería sustituido por... sí, por el anfitrión de aquella sesión-juerga donde se gestó la canción, Ronnie Wood. No hay nada como poner la mansión de uno para que te dejen entrar en la (segunda) mejor banda de rock de la historia. 

Espero que os guste. Por cierto, sí: el título va con segundas. 



Hasta la próxima. 

martes, 28 de abril de 2015

Ghostbusters, Ray Parker Jr., 1984



Menudo ajetreo de semanas. No dispongo más que de esporádicos ratos para despegarme de mil y un asuntos (aprovecho para decir que no me harán precisamente rico, para más inri, pero sarna con gusto, bla, bla) así que tengo casi por obligado hacer pequeños altos por salud mental. Y, por qué no, por diversión. Y ya que en este momento no puedo salir a caminar ni a remar (estoy anclado al ordenador de casa) al menos me voy a dedicar a escribir un poco sobre... exacto, qué si no: música. 

Y como he dicho que quería divertirme, pues he pensado que qué mejor que tirar de pop ligero... del que acompañó en su día a una de las comedias más célebres de los años 80: Los Cazafantasmas. No creo que el tema de hoy requiera mayor presentación. Estoy segurísimo de que nada más viendo la portada del disco ya os han venido a la mente aquellos tres tipos con sus cañones de rayos a la caza de todo ectoplasma viviente en mitad de la ciudad de Nueva York. 

El éxito de la canción que tenéis delante sólo se comparó al de la película a la que acompañó y para la que fue expresamente creada. El encargo del tema principal vino dado a un relativamente desconocido Ray Parker Jr. guitarrista, cantante y compositor norteamericano en activo desde finales de los sesenta, y que a pesar de su gran juventud ya había acompañado como músico a nombres como Barry White. Sin embargo, su gran momento vino en 1984 cuando se marcó Ghostbusters, que se mantendría nada menos que tres semanas en lo más alto del Billboard. Y no sólo eso: optó al Óscar (fue vencida por nada menos que I Just Call To Say I Love You de Stevie Wonder, compuesta para La Mujer de Rojo) pero se desquitó con un premio Grammy poco después. 

Por supuesto, una canción como ésta requería de un videoclip a la altura. Así que fue dirigido por el propio Ivan Reitman, el mismo director de Los Cazafantasmas. Y se notó el enchufe que tenía el sujeto. Junto al propio Ray Parker Jr. y, naturalmente, a los protagonistas del film, Harold Ramis, Dan Aykroyd, Bill Murray, Sigourney Weaver y Rick Moranis, mostraba un auténtico desfile de cameos con algunos de los nombres más conocidos del momento. Reíros de Santiago Segura y sus amiguetes. 

Tenéis razón. Lo suyo sería enumerar tamaña lista de cameos aquí. Pero he pensado que esa es una diversión que ya os dejo a vosotros cuando hagáis clic en el vídeo. ¡Hasta la próxima!




Hasta la próxima. 

lunes, 13 de abril de 2015

The Love of Richard Nixon, Manic Street Preachers, 2004


En una deuda antigua contraída con un ilustre, ilustrísimo, seguidor de este blog, comprometí una Píldora al respecto que no llegó a formalizarse por las tropecientas vicisitudes de mi vida extrabloguera. Como fuera que me ha sido recordada, y como toque -además- al espaciamiento pildoril de los últimos tiempos, preparo el post de hoy tanto para saldar una cosa como para enmendar la otra.  

Los Manic Street Preachers son un grupo que han aparecido varias veces por aquí. Y si son conocidos por algo, aparte de su indiscutible calidad musical (y comercial), es por sus letras políticamente muy comprometidas. Por eso sorprende un poco el tema de hoy. Uno podría esperar que quien ha hecho un número uno con una canción inspirada en los perdedores de la Guerra Civil española, no sienta demasiada compasión por un personaje como Richard Nixon, trigesimo séptimo presidente de Estados Unidos y bien conocido por aquellos pagos como Tricky Dicky -"Ricardito el Tramposo"-  por su poco limpio juego en política. De hecho, ha sido el único presidente en dimitir por un escándalo político. Eso sí, era nada menos que el Watergate.  

Sin embargo, el tema de hoy casi deja bien a Nixon. De alguna forma, se quedó con una parte indiscutiblemente positiva de su carácter, como era una perseverancia a prueba de bomba. Si Kennedy era el niño mimado de América - y de família más que bien- Nixon procedía de abajo y en su carrera sólo contó con su esfuerzo... y con sus pocos miramientos, a decir verdad. Y parece quedarse aquí la canción. Dando a entender que si no hubiera existido el Watergate, Nixon no hubiera sido visto como alguien tan negativo. Lo cual hizo preguntar a mucha gente el por qué de esta canción al grupo británico. 

Y pudo ser algo tan simple como contrastar este perfil trabajador e incansable con el bajísimo que mostraba George Bush hijo en aquel momento, a dos semanas de su reelección presidencial, en 2004. Vamos, que la idea tal vez era dejar a Bush como un auténtico pelele, en comparación con el protagonista de nuestra Píldora de hoy. 

Como fuera, The Love of Richard Nixon tuvo un éxito enorme a finales de aquel año, y se quedó apenas a las puertas del número uno en el Reino Unido. Pero, cosas que pasan, en los Estados Unidos, casi ni se enteraron. Cosas que tiene ser un imperio que lo ve todo muy pequeño desde su atalaya. 

Y sin más, dejo aquí saldada la vieja deuda con mi gran comentarista RMN. Siglas que, por cierto, corresponden a... bien, deducidlo vosotros mismos. Más fácil, imposible. 




Hasta la próxima. 

domingo, 29 de marzo de 2015

Lady Madonna, The Beatles, 1968



Cuando se es un dictador de tendencias, uno se puede marcar salirse de la nota, y encima provocar que todo el mundo vaya detrás tuya. Si además, este dictador tiene forma de cuatro tipos como los de hoy, simplemente, alteran la historia de la música rock. 

Algo así fue lo que sucedió más o menos hace 45 años, por estas mismas fechas. Desde finales de 1966, toda la música se había teñido de los colores psicodélicos procedentes de Estados Unidos, de los efluvios amorosos (y lisérgicos) de San Francisco. Fue un alto en el tiránico dominio británico de la escena musical y cultural, e influyó hasta tal punto que incluso los Beatles se apuntaron a él. Eso sí, de una manera tan magistral, que su gran disco psicodélico, Sgt. Pepper's, acabaría siendo considerado por muchos como el mejor de la historia pop. 

Sin embargo, a principios de 1968, ya estaban un poco hartos de tanta paz y amor. Cierto día, Paul McCartney, jugando con el piano, quiso reproducir algo parecido a un boogie-woogie. Como fuera, aquello le recordó a su admirado Fats Domino, una estrella del rock and roll de los años cincuenta cuya marca distintiva era un omnipresente piano. Así que terminó componiendo una canción que se salía completamente de los estándares psicodélicos del momento: era Lady Madonna, y aún hoy se considera el punto inicial de un retorno al rock and roll más primitivo que dominaría el estilo de los siguientes años. 

Fijáos como la música de entonces cambiaba y evolucionaba a una velocidad vertiginosa: lo que era lo más en 1965, sólo tres años más tarde parecía poco menos que jurásico. Y en buena parte, la culpa era de la increíble capacidad creativa de los protagonistas de hoy. 

Naturalmente, el single alcanzó el número uno en medio mundo, y se convirtió en uno de los temas más conocidos de la banda, que ya es decir. Por cierto, ¿recordáis el intercambio de videoclips que vimos en la última Píldora, de los Smiths? Pues a Lady Madonna le pasó exactamente lo mismo. Prácticamente al mismo tiempo en el que se grababa, John Lennon compuso otro tema, Hey Bulldog, que terminaría formando parte de la banda sonora de la película Yellow Submarine. Tanto le gustaba, que hizo rodar su proceso de grabación como material promocional, y hasta hizo cierta campaña por colocarla como sencillo en vez de Lady Madonna. Sin embargo, el productor George Martin, finalmente se decantó por éste último tema bajo el pretexto de que la impresión de carátulas ya estaba hecha, y el clip terminó acompañando a la canción de hoy y no a la que originalmente había rodado.

Para que veáis lo que os digo, también os dejo el clip de Hey Bulldog. Cualquier coincidencia entre ambos... pues eso. Ya veis, hoy, dos Píldoras beatlemaniacas en una.   






Hasta la próxima. 


jueves, 26 de febrero de 2015

I Started Something I Couldn't Finish, The Smiths, 1987


El otro día me encontré con este clip, que reconozco que no había visto antes (o al menos, no recuerdo haberlo hecho) por más que, desde luego, la Píldora de hoy es una de mis favoritas de los Smiths. En primera instancia debo admitir que me hizo gracia ver a tanto clónico de Morrissey en bicicleta, Sin embargo, descubrí que este clip tenía una pequeña historia detrás. 

Básicamente, se había rodado para otra canción del grupo. 

En 1987, The Smiths agonizaban como formación. Muy pronto serían los padrinos del aún no nacido britpop, pero naturalmente, entonces, las desavenencias entre el sensibilísimo Morrissey y su alter ego y compañero de fatigas Johnny Marr acabaron destruyendo a la banda, que publicaría su último LP, Strangeways, Here We Come, a título póstumo. Entre los cuatro singles destacados estaban éste que tenéis delante, y Stop Me If You Think You've Heard This One Before. Pues bien, ambas canciones acabaron teniendo el mismo clip, éste que tenéis delante. 

Lo que sucedió es que Stop Me..., que tenía prevista su salida como sencillo a continuación de Girlfriend In A Coma, tuvo que suspender su lanzamiento en Gran Bretaña (no así en el resto del mundo) debido a que incluía una referencia a asesinatos en masa... y poco antes, un loco armado se había liado a tiros en Hungerford llevándose por delante a dieciséis personas -incluida su propia madre- antes de suicidarse. Y es que esta gente siempre tiene el escaso tacto de dejar su suicidio para después de sus hazañas. 

Como fuera, pareció poco adecuado el lanzamiento de una canción con tal referencia (ya entonces se la cogían con pinzas, pero la BBC era la BBC) y optaron por sacar como sencillo la estupenda canción que tenéis delante. Y como el clip ya estaba rodado, pues para adelante. Al final, para el contenido del mismo, casi tanto daba la canción, así que no se complicaron demasiado la vida. 

Por cierto, que tanto clon de Morrissey tenía una explicación: todos ellos eran fans del grupo, a los cuales habían encontrado a través de una revista monotemática de la banda, llamada Smiths Indeed (efectivamente, el fenómeno fan tenía estas cosas desde tiempos de los Beatles) y que se editó hasta 1989

Lo que ya no puedo explicar es el porqué iban todos dando vueltas en bici detrás de Morrissey. 




Hasta la próxima. 

lunes, 26 de enero de 2015

We Shall Dance, Demis Roussos, 1971


Desde luego, hoy Grecia nos quiere llegar al corazón de la manera que sea. No sólo ha vencido Syriza, proponiendo un giro copernicano a esta Europa germánicamente austera y perdida. Por si fuera poco, uno de sus grandes músicos, Artemios Ventouris Roussos, el gran Demis Roussos, se ha marchado justo a tiempo de ver a su país cambiar así.

Así que, tanto en feliz homenaje al pueblo griego, como en triste despedida a Roussos, allá vamos.

Como ya hemos visto por aquí en algunas ocasiones, el nombre de Demis Roussos comienza a sonar de la mano de uno de los grupos de culto de finales de los años sesenta, Aphrodite's Child, junto al ecléctico y brillante Vangelis y el batería Loukas Sideras. Sin embargo, este griego nacido en la ciudad egipcia de Alejandría, sería mucho más conocido en nuestro país durante la década siguiente gracias a su carrera en solitario.

Ciertamente, a lo largo de los años setenta, Roussos literalmente coleccionó los éxitos como cantante melódico. Uno de sus mayores éxitos fue este We Shall Dance de 1971, primer sencillo -y éxito- en solitario, el cual, en cierto modo, suponía un nexo de unión con el sinfonismo de los Aphrodite's Child, aunque abandonando definitivamente toda la vertiente más experimental de aquéllos.

Y sin más palabras, que creo que no hacen falta, aquí os dejo con la Píldora de hoy, estando casi seguro de que, a partir de ahora, todos bailaremos.    




Hasta la próxima.