lunes, 11 de enero de 2016

Ashes to Ashes, David Bowie, 1980


Hoy es uno de esos días que la mayoría de la gente guardará en su memoria. Es lo que tiene cuando se va uno de los grandes. Pero grandes de verdad. Porque Lemmy es grande, desde luego. Como otros tantos iconos del rock: Marc Bolan, Keith Moon, Brian Jones, Bon Scott, casi nada. Pero tan sólo muy, muy pocos tienen un espacio especial reservado en esa memoria colectiva gracias a la cual, por más años que pasen, siempre estarán ahí sus nombres. Son los Lennon, Freddie, Hendrix, Jackson, Morrison, Cobain… y ahora Bowie.

Es sintomático que mientras que se suceden las noticias de gran impacto -un recientísimo y turbulento proceso de elección de presidente en Catalunya; una infanta de España en el trance de ser juzgada ¡o salvada por la fiscalía!- hoy todo el mundo, piense como piense, viva donde viva, está dedicando un momento a darle un último homenaje al gran Duque Blanco. No es para menos con quien nos ha hecho viajar como pocos con su música. O mejor dicho, con sus músicas.

Porque Bowies han habido tantos como décadas ha actuado: de hecho, lo correcto sería decir que han habido más Bowies que décadas. Desde el estiloso mod, hasta el héroe del glam, parche al ojo. Desde el frío berlinés hasta el duro ochentero de Tin Machine. Y de ningún modo puede decirse que uno de ellos sea superior a los otros. A lo sumo, diferentes. Personalmente, me quedo con su era glam, donde igual encarnaba a Ziggy Stardust que se preguntaba si había vida enMarte, algo muy propio en quien describió como nadie la llegada a la Tierra deun hombre de las estrellas. Aunque diciendo esto sé que soy injusto. ¿Cómo dejar a un lado Space Oddity, Heroes, Under Pressure junto a Queen? ¡Si hasta su último trabajo, Blackstar, casi póstumo, sigue demostrando que hasta el final ha sido el puto amo!

Hace pocos días estuve en el Museo del Espacio de Toulouse. Allí pude subirme a la cápsula Soyuz en la que los astronautas rusos -y después también los europeos- se entrenaban antes de ser lanzados. Pues adivinad lo que se me vino a la cabeza -me asaltó inconscientemente- en cuanto me encajé en el estrecho sillín del piloto (el central) allí entre botones y palancas: “Ground Control, to Major Tom…”. ¿No hace eso grande a quién ha creado a un personaje en una canción? ¿Que un anónimo turista evoque tu canción sólo por el hecho de estar en un sitio que ni siquiera aparece realmente en la letra?

Y es que cuando Bowie creó en 1969 al Mayor Tom, no pudo imaginarse hasta qué punto fabricó a uno de los héroes literarios de la historia del rock. Aquel mismo astronauta que perdió el juicio (o lo recuperó, según se mire) y optó por marcharse junto a su cápsula al espacio volvería dos veces más a la escena de la mano de su creador, la segunda de ellas en 1980 en otro tema histórico no menor que el primero, este Ashes to Ashes, que es mi particular homenaje.


Cenizas a las cenizas. Que es lo que quedará del hombre, desde luego, pero nunca del músico. Y menos todavía, del mito. 




Hasta la próxima.